Empieza el mes de Diciembre y ya se oyen los villancicos, en los supermercados están los turrones, las calles adornadas con sus luces y Antena 3 nos bombardea con telefilmes lacrimógenos sobre el verdadero sentido de la navidad, todo muy algodón de azúcar...
Mientras tanto pongo las noticias y acaban de desahuciar a una señora de su casa, cada día aparecen nuevos caso de estafa y corrupción, niños secuestrados por sus padres, mujeres víctimas de la violencia de género...
Parece que existe la obligatoriedad de ser feliz, y por unos días todo se olvida.
Lo siento pero no me gusta, no me gusta el consumismo exacerbado, los compromisos que no apetecen, no me gusta verme obligada a contar sitios vacíos...
Quizás me he vuelto una señoruca mayor y refunfuñona, pero que le voy a hacer, no me gusta, no me gusta la Industrialización de la Navidad.
Sí me gusta la ilusión de los niños y poder abrazar a los que quiero, pero eso puedo hacerlo y disfrutarlo durante todo el año. Precisamente hay algunas muestras de cariño que sólo llegan en estas fechas, y eso... me hace desconfiar.
Así que permitirme que me ausente de todo ese rollo: "Vestidos especiales para estas fiestas, beauty express para aguantar radiante toda la noche, descuentos especiales para sorprender a los tuyos..." sólo conectaré con el mundo para ver la cara de mis sobrinos al abrir sus regalos, para reunirme con los míos mientas les miro y grabo esos recuerdos, y para pensar que el año que comienza es una nueva oportunidad para que las cosas mejoren.
Así pues, desconexión en 3, 2, 1...
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